Somiatruites, Ciberderechos en la Red

Hace unos días la SGAE presentó un proyecto de cine a la carta en Internet, Accine.com, se trata de un portal que permite descargar películas desde la Red para verlas en el ordenador, o bien utilizar películas distribuidas previamente pero que disponen de una protección de forma que sólo pueden visionarse cuando el portal suministra una clave de acceso que da una validez de 48 horas. Pepe Cervera escribe un artículo sobre el tema en En la red: Todos contra uno y en él queda manifiesta esa creencia muy generalizada de que no importa lo bueno que sea una protección que siempre habrá quien la rompa.

Por cada experto contratado por la SDAE, hay al menos diez en Internet esperando a que el sistema se ponga en marcha para descerrajarlo. Ni tan siquiera están pensando en las películas; es una cuestión de honor, y de curiosidad. Si la SGAE saca su candado digital, en meses (a lo sumo) estará roto y habrá en la calle un generador de claves o un ejecutable que abra la película sin ella.

Es cierto: toda protección acaba rota, y sus diseñadores lo saben. La intención, recuerdo haber leído de algún responsable de Microsoft, es impedir los usos no permitidos a los usuarios no-expertos, y dificultárselo a los expertos. Así de claro.

Siempre que escucho este soniquete de la debilidad de las protecciones pienso en lo mismo: ¿cuánta gente conoces que sea capaz de grabar de un DVD a un video?, porque hay mucha gente que dispone de video y DVD, pero muy pocos serán capaces de grabar de uno a otro, dada la protección de que disponen los DVD. ¿Cuánta gente conoces que sea capaz de desencriptar un DVD que ha comprado?, pese a que el programa para hacerlo está disponible en Internet. Son dos ejemplos sencillos. Cierto que si alguien quiere una película va a una red P2P y se la baja. Pero ese no es el punto. Lo importante es darse cuenta de que el DVD es un ejemplo de nueva tecnología, con seis o siete años de antigüedad, que se las ha arreglado muy bien para suprimir muchos usos que antes eran legítimos, y aunque pueda encontrarse el programa que rompe las protecciones el proceso lleva el suficiente tiempo y requiere de determinados conocimientos que para muchas personas no merece la pena el trabajo.

Así que no importa que las protecciones puedan romperse, basta que saltárselas sea lo suficientemente costoso para que las empresas hayan conseguido suprimir de un plumazo algunos de nuestros derechos previos a usar los contenidos.

Por lo demás creo que la premonición del final del artículo puede muy bien ser el futuro al que nos abocamos:

un sistema que le permitiría controlar todos los aspectos de la creación digital (o digitalizable). Facilitando cada paso... y cobrando por ello. Piénselo: un sistema orwelliano de producción cultural centralizada y de pago. Por ahora no es un problema..., claro que una buena reforma legal podría hacerlo obligatorio. Y entonces, ¿qué?